La embriología del sistema cardiovascular se inicia en la tercera semana de desarrollo embrionario, cuando se forman las células cardíacas progenitoras en la placa cardiogénica del mesodermo. Estas células migran hacia la región del tórax y se unen para formar el tubo cardíaco, que es el precursor del corazón primitivo. Este tubo se compone de varias secciones: el bulbo cardíaco, el ventrículo y las aurículas, y en su extremo caudal se encuentra el seno venoso, que recoge la sangre de las venas del embrión.
Durante la cuarta semana, el tubo cardíaco comienza a plegarse y rotar, estableciendo la forma básica del corazón. A partir de este momento, se desarrollan los tabiques que separarán las diferentes cámaras cardíacas, formando así las aurículas y ventrículos definitivos. Al mismo tiempo, se establecen los grandes vasos sanguíneos, como la aorta y las arterias pulmonares, que emergen del corazón.
El sistema vascular también comienza a formarse en esta etapa, con la aparición de las venas vitelinas, que transportan sangre desde el saco vitelino, y las venas umbilicales, que llevan sangre oxigenada hacia el corazón. La circulación fetal es diferente de la circulación postnatal, ya que la sangre oxigenada proviene de la placenta.
Aproximadamente entre la sexta y octava semana, el corazón alcanza su forma definitiva y comienza a funcionar como una bomba eficaz. Este desarrollo es crucial para establecer un sistema circulatorio funcional que soporte el crecimiento y desarrollo del embrión durante las etapas posteriores del embarazo. En resumen, la embriología del sistema cardiovascular implica una serie de procesos complejos que dan lugar a la formación del corazón y los vasos sanguíneos, fundamentales para el suministro de oxígeno y nutrientes al organismo en desarrollo.
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